lunes, 23 de abril de 2007


TENEMOS UN PROBLEMA.

Intuyo que tengo un problema, me he pasado la noche sin dormir por culpa de un dolor de encias y tengo mi dentista a tres horas de coche. Uno se cerciora de los problemas cuando te acaban de adelantar por la derecha a doscientos por hora y te están gritando. Mírame, me dicen. Hablo con el dentista, no le digo que veo a mis problemas y que me hablan, claro, él me recuerda seis o siete medicamentos y me lanza como a un ariete hacia la primera farmacia que encuentre, venga y un ligero empujón, búscate la vida, un domingo al medio día, y encuentra un Rhodogil o el Metamizol sin receta, como si fuera el juego de la oca, que si sales vivo te llevas el coche y el apartamento, y no te pongas así que no tienes nada que perder.
Después de dos horas no he conseguido el Rhodogil ni el Metamizol, vuelvo a casa con el mismo dolor con el que salí y además disparo odio a ráfagas, un resquemor focalizado esencialmente en el sector medico y farmaceutico. En dos farmacias no les ha servido dejarme sin mis pastillas, también se han permitido el capricho de soltarme el rollo y colgarme la etiqueta de yonki y bobo, quién es ese médico, me dicen, y con qué criterio se permite la autoridad de recetar. Siempre es más fácil acercar el listón a tus pacientes y no hacer el esfuerzo por elevarlo de vez en cuando, que eso ya no entra en el precio. El médico tampoco debía de cobrar bien. Desconozco esas urgencias reglamentarias de las que me habla y para las que supongo se debe de estar reservando. Entonces se verá al verdarero Raul, recuerdo haber leido alguna vez en el Marca a propósito de un partido cualquiera de liga de campeones.

Veinticuatro horas más tarde tengo mis medicamentos gracias al fax y pienso en el sufrimiento de las próximas víctimas.

No hay comentarios: