jueves, 26 de julio de 2007

DROJAS EN EL COLACAO
Déjate de historias. La sensación es que esto se acaba y no se puede ir a peor, pero uno se consuela engrandeciendo las desgracias pasadas y el camino por el que todas se circundaron, el Tour del 98, el positivo en el Giro de Pantani, la resurección de Virenque o la operación Puerto. El último capítulo participa de los mismos ingredientes y reclama la misma autocrítica que demoraron aquellos ejercicios por mantenerse en pié que entonces hicieron como pudieron hueco al deporte y tiraron hacia adelante sin importar que en la huida se mantuvieran los mismos que ahora manejan el cotarro mediático y los contraanalisis y el recuerdo trágico de el Pirata o del ganador incierto del año pasado, a desvelar cuando todo el pelotón, a este paso, halla muerto.
No me creo la historia que me cuentan, me tiene mosca tanta hipocresia justiciera, no me creo nada. Que el ciclismo sea un deporte sucio, que para subir a tope el Aubisque o el Peyresourde no basten simplemente un buen par de piernas. Porque si no fuera así y en mi ignorancia se hubieran caido algunos frasquitos de testosterona, de EPO o de cómo se llame la nueva droga de moda entre el pelotón, que no me intenten colar lo evidente y me digan que no hay motivos para sospechar de otros deportes, de otras pastillitas y de otra gente que se deja los cuernos por el mismo objetivo, competir.

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