UN RAYITO DE SOL.
No hay ciencia-ficción sin un argumento irracional que no resista el menor análisis técnico y un fantasma que amenace la destrucción del planeta mientras le pone al asunto música de Underworld. El techno será la música que nos espera en los últimos días de la especie humana, no hay duda a estas alturas, lo cual es un consuelo para los que nos temíamos algo peor, cualquier cosa, merengue, reggeaton o algún refrito de Mike Oldfield para acompañar la agonía de un tormento audiovisual impuesto por las multinacionales en el que la SGAE, con el canon correspondiente, aun entonces nos pretendiera atracar. Danny Boyle debe de ser de la misma opinión, que no merece la pena meter la pata si no es para llenarla bien de barro y hasta el fondo, que si hablo de un presagio nos caiga alguna catastrofe muy gorda y si hay que dar carpetazo al asunto que sea a toda pastilla, en una nave espacial del tamaño de Manhattan (se dice en la película) y cargándose a la altura del sol, a mil años de distancia de Mercurio, pasada la M-30, a toda la tripulación y medio sistema solar.
No queda mucho del director de Trainspotting o A Tumba Abierta en SUNSHINE, pero que superado el exito mediático siga sin tomarse en serio le honra.
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