jueves, 10 de mayo de 2007


COMIDA CHINA Y SUBFUSILES.

En ningún otro sitio, como en aquellos chinos de Londres en los que pagaba 7 libras para comer a destajo, uno tiene la sensación de acercarse tanto a compañeros de silla tan peligrosos, el señor dolor de estomago, la señora calicatas, la muerte misma en persona ataviada con un sari de colores y descojonada mientras le echas más combustible al tema, otra garcillada más de pasta que aun puedes con ello, y fijate que habré comido mierda en mi vida, hoy que me cae otra castaña, y hasta pasé diez días en Marruecos engullendo detritus del país. En estos casos, el proceso apenas diferencia el delito de la pena y suelen ser dificil de apartar los primeros síntomas de las bacterias que se los trabajaron, el sufrimiento empieza cuando uno pone la pierna frente al expositor y no termina hasta que la última gota de grasa se despide de ti camino del desague.

Hay vicios a los que justifican el placer previo a la resaca, las nauseas o el cancer de pulmón. No encuentro nada para prolongar más este maltrato ni para hablar de la comida china como lo hago con amargura del tabaco, la fabada o del garrafón más miserable que recuerde. Hoy he pisado el último para los próximos dos años.

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