domingo, 11 de marzo de 2007



LA TERCERA VÍA.


Ya había digerido la comida del Sua cuando por casualidad me enteré de que el restaurante es propiedad de Patricia Gaztañaga (sí, la del diario). Aparte de que nadie esté libre de culpa, no necesito de ningún listo que me lo explique, de que uno hace lo que puede para vivir y todo eso y también de que tengo la certeza de que a esta mujer le espera un buen pedacito de fuego eterno para cuando algún día se acabe su programa (ni mil restaurantes como éste podrían purgar tantas penas, amiga mía), el caso es que ese no es el problema, la cuestión tiene que ver más con el eterno debate de si a una persona la hay que juzgar por sus apariencias, su obra o, aquí la tercera vía, sus restaurantes. O si los restaurantes y su obra pueden entrar en el mismo saco. O si no hay sacos que diferenciar y la diferencia es solo un pretexto para que podamos directamente llamar las cosas por su nombre: a ésta tía, una jeta aprovechada con buen paladar; a Messi, un cabrón con una buena zurda.

El tercer gol de éste lo digerí peor. Dormí mal y tuve pesadillas. Las de siempre, el unicornio galopando por un bosque de enanos y el examen de la oposición.

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