martes, 26 de junio de 2007

PREFIERO EL PRALÍN.
Estaría muy bien todo eso del rizoma, un prologo excelente que debería, si no fueramos tontos y antes no nos hubieran hablado tan bien de NOCILLA DREAM, de ponernos sobre aviso de lo que se nos viene encima, si no fuera porque en el deseo de resultar original a Agustín Fernandez Mallo le pueden más las ganas que la intención de resultar interesante y entre su rizoma, las citas y las evocaciones científicas a ninguna parte al final la espesura apenas deja ver el bosque y uno termina mirando al rizoma con la misma indiferencia como lo haría a un bocadillo de nocilla, doscientas páginas después, como si los dos significaran lo mismo, uno de esos trozos duros con muy poca miga que condenas a un lado de la cocina con la esperanza de no volver a ver nunca más. Es lo que tienen las palabras polisémicas, las pistas forestales que en un momento del recorrido la mano del hombre convirtió en autopistas de peaje con cinco carriles a cada lado. Ahora se lleva eso de las semblanzas, la brocha gorda para diseccionar la realidad y toda la gilipollez imaginable para contar una historia desde la mitad y abandonarla media hora antes del desenlace, que te ahorra encontrarle una dirección, un mensaje, en fin, un sentido coherente al libro y encima eleva a la categoría de arte cosas que pasaron por tu imaginación hace más de quince años y cediste a la tentación de compartir, la leyenda imaginaria de los ídolos, Borges, el Che, el retiro de Fernando Alfaro en su gasolinera de Albacete.

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