martes, 19 de junio de 2007

LA HORA DEL JABÓN.
Hay sentimientos que sólo se conciben como respuestas, sólo hay compasión si antes hubo desprecio, la alegría va unida al sufrimiento o se concibe la felicidad dentro de una existencia marcada profundamente por el dolor o el miedo. Al Fary le entierran entre llantos de admiración y ternura, no hubo nadie tan grande, dicen, lástima que en diez años no recuerde elogios tan desmedidos para alguien que pasó una decada en silencio, tan calladito. Antes de que sea tarde y de que los que cuenten la historia escojan la fuente menos fiable para escribirla y conviertan la reseña frívola en fe cierta, que quede claro que fue Torrente quien recurrió al Fary y no al revés, que Segura no tenía ni un duro, que no le pudo prometer nada y que éste, dice mi novia, no quiso nada y que si cobró, fue sólo cuando la historia se confundió con los clásicos y comenzó a producir pasta sin medida, que allí había para todos.

Ahora toca escuchar al último mono recordar los primeros pasos en el taxi, su primer disco de oro y su lucha admirable contra el cancer que se lleva al Fary como si le conociera de toda la vida, no se hubiera partido con la serie de televisión o hubiera hecho la broma un millón de veces, eres más feo que el pobre Fary comiendo un limón.

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