Después de la muerte del Doctor Green, el fin de semana ya no podía ser igual. Ni las canastas de Siskauskas o los regates de Messi. La muerte de Mark no tiene una carga poética tan intensa como la de Roy, pero no tiene nada que envidiar a la de Charlie o Nate. La historia del cine está plagada de películas sublimes y de momentos brillantes. Me vienen a la cabeza las de Beat Takeshi en Brother o Hana-Bi. No está mal la de Mario. Tampoco la de Walt. He visto morir a medio mundo delante de una pantalla. Todos queremos despedirnos protagonizando Senderos de Gloria, empuñando un fusil, martires por la causa, escribiendo una carta de despedida y provocando el llanto de nuestros amigos y de quienes nos juraron odio eterno hasta el final. Algunos se tienen que conformar con goles in extremis y decisiones arbitrales polémicas para adornar la caida libre de rosas y espinas. Para lo otro está el cine.
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