A la prensa le encantan estas historias, cuentos tiernos que humanizan el frío mundo del deporte donde ya ni dios siente ni padece, y ayer El País juntaba a los dos Busquets, padre e hijo, antes de la gran final, intercambiándose sentimientos y consejos, profiriéndose amor eterno y todo eso. Me pongo muy nervioso cuando te veo jugar, decía uno. Espero que vayais todos a la final, comentaba el hijo. Yo también te quiero. Mama más. Somos estupendos. Había recuerdos para los primeros toques del chaval con el balón y en las fotos se ponían caritas como de actores de cine, insinuando miradas de gratitud y buen rollo filial que te cagas. El reportaje no hablaba nada, no parecía el momento, de lo malo que era el padre como portero, uno de los peores que han pisado nunca un terreno de juego, ni de la sucesión de momentos que su heterodoxia ha dejado para la historia. Tampoco ahondaba en los pasos posteriores a su retirada. Que no sé si tiene una tienda de deporte o comenta futbol en alguna radio. Ahora a los ex-futbolistas les ha dado por ser empresarios. Queda claro que el Barca le ha agradecido los servicios prestados con un puesto de titular para el hijo y una buena pensión. Parece ser que hoy será titular. Inauguro una nueva sección. Será el enchufado de la Champions.
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