miércoles, 6 de febrero de 2008


VAYA TELA, CATINZANO.

Todo bien por Lisboa. En los repasos siempre prevalece lo anecdótico sobre lo esencial. Lo he comprobado estos días cuando mi santa habla con sus amistades y prescinde de los detalles que aparecen en cualquier guía, la Plaza Luis de Camoes o la penúltima gárgola de Belem que me moría por fotografiar, y va directa al grano. El caso es que haciendo tiempo en el aeropuerto nos tropezamos con Camacho (el entrenador), Bernardino León (el secretario de estado de exteriores) y también con Jaime Cantizano (el presentador, dicho esto con esa mayúscula que alcance a expresar toda su grandiosidad) recien llegado de pasar una noche loca de carnavales, con unas camperas a la altura de la espinilla y unas gafas de cristal ahumado que estaban pensadas para no verle bien y que lo que conseguían, como suele pasar en estos casos, es el efecto contrario, imposible no ser visto. Estaba sentado haciendo que leía el último (eso creo) de Boris Izaguirre y tenía la piel del mismo color naranja que la de Monica Cruz. O eso, o como decía mi santa, que alguien embarcaba de los carnavales sin posarse el disfraz de Cantizano. O que dejate que sus intervenciones en el programa de los viernes, me quedaría más tranquilo, no las hace el pobre disfrazado, como todos pensabamos, el cardigan, los pantalones entallados y la americana brillante de maricón. Vaya tela, Catinzano. Eras un tío con ambiciones y te has convertido en un disfraz.

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