Con el conocimiento y la tortura de haberme tragado la gala entera, voy a tratar de aportar mis sabias reflexiones al eterno debate de por qué el cine español es tan malo, qué pinta Aznar en todo esto, qué podemos hacer con los premios y, en definitiva, hacia dónde vaciar, llegado el momento, debidamente el cargador.
-Corbacho y el ardor. Lo de las segundas partes no era una frase hecha. Tampoco lo del todo por la pasta. Economizar gastos y buscar mejores contratos sería una buena forma de empezar a administrar el muerto. La continuación lógica (si esto no lo arregla Corbacho) es que la entrega se haga como dios manda, o sea, por correo certificado UPS, en previsión de que vuelvan Resines o Concha Velasco, y que dejen de dar la murga.
-Justicia Poética. Iba a desfogarme pasara lo que pasara, que de eso se trata, para eso están los premios y se toman decisiones. No es coherente recibir una docena de premios y luego que la mejor película sea otra. Si lo que procuraban era relanzar la carrera comercial de LA SOLEDAD me parto de la risa.
-Me aburro, mama. Se buscan fórmulas alternativas para espectadores inquietos, hartos del pim, pam, pum de siempre y se asume el riesgo de que empresas millonarias sean negocios frívolos en manos de voluntarios sociales y agitadores de masas. Qué queremos? Repartir ostias con la cara del otro y que paguen la broma siempre los mismos. No cuela lo de la función social, lo de la diferencia está requeteoido. No me creo que algunas de estas pelis tan malas representen tampoco esa inmensa minoría.
-Escotes. El de Najwa Nimri. A veces se empeñan en hacer desagradable lo evidente y necesitan que pasen un par de ediciones para enmendar el canalillo y hacerse un poco de justicia. Posaba ridícula. Coje con soltura el relevo de Verónica Sanchez. Un poco mejor, Belen Rueda. Monica Cruz estaba naranja. Dudo que Coronado vuelva a presentar un premio o que Alvaro de Luna se vea en otra como ésta. Lo de Landa podía haber tenido gracia. No hubo pegatinas ni hueco para montar la barricada. Alguien habló, por seguir en la onda, supongo, de la conferencia episcopal.
-El año que viene más, y peor, escotes imposibles y discursos a la altura. La misma de siempre. El pasado se invirtió la tendencia. La solución no era cosa de los cortometrajistas o de la Sardá. Echarle la culpa al entrenador es fácil. Y digo yo: por qué nadie se plantea estos mismos problemas en Camerún?
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