La globalización no se detiene en los mercadillos y en los programas de Radio3. Que también hay una globalización conceptual que abarca a todo el que se menea y del que no escapan el lenguaje de la calle ni los usos sociales. Si todos somos iguales, como predijo Aido, qué sentido tiene mantener más tiempo los cliches y los tópicos, construir diques artificiales para ponerles trabas a esa autopista que nos lleva a todos de cabeza al matadero en un todoterreno de 48 mil euros. Lo entiende muy bien nuestro rey, el primer caso de monarca republicano confeso. O de su misma familia, todos antimonárquicos, de los de verdad, con la bandera republicana colgada en la pared de la habitación y una foto de Azaña en la mesita de noche. Son neoliberales Gorbachov y Jia Quinglin. Y Jaume Roures o José Luis Lorenzo son la pera de la progresía, buena gente de izquierdas con conciencia social, que si no reparten la pasta y el curro (más que entre su propia familia) no es porque no quieren, que les sobran ganas, si no porque aun no han discurrido, porque apenas tienen tiempo, la forma de hacerlo. La mitad de los toreros están afiliados a protectoras de animales y los futbolistas odian eso mismo, el futbol. Nada es ya lo que parece. Has visto a Carla Bruni? Promocionando eternamente sus discos. Si viene en jet privado, no es por molestar. Que nadie diga que no es socialdemócrata.
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