Por amor a la música terminé en una isla desierta, compartiendo la sombra con Begoña Alonso, un sobrino de Miguel Bosé que se hace llamar Olfo y Juan el Golosina. Persiguiendo mi sueño consentí que me disfrazaran de payaso, me insultaran, un jurado compuesto por cuatro ignorantes se permitiera asesorarme y el país entero se riera de mí. El objetivo se resistía. Salí en bolas en la portada de Interviu, me inventé un par de rollos con un par de tías chungas con las que luego tuve que fingir haberme peleado. Soporté el rumor y la difamación que me acusaba de malos tratos, una denuncia en los juzgados y una condena firme que no sé cómo cojones pagaré. Los designios me levaron a donde no quería, nada de lo que hacía lo ejecutaba con convencimiento, siempre con la sombra de tener que arrepentirme antes de haberlo consumado. Me cambié tres veces de sexo, compartí un plató con Carlos Sobera y Sara Montiel. Mi padre mi desheredó y mis amigos se cambiaron de piso con tal de evitarme. Canté versiones de Alex y Cristina, Marisol y los Ramones. Y llevo ya dos días sin comer, aquí en la isla, y empiezo a pensar que todo esto, mi sueño y el rollo ese de la música, no merece la pena, hombre. Que les vayan dando a todos. Que otro ocupe mi lugar.
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