domingo, 16 de mayo de 2010

ROBIN HOOD. VUELVE EL HOMBRE.
Peliculas como ésta las hace Ridley Scott sin despeinarse. Como churros. Ahora que tiene tiempo nada le impide recuperar la historia universal en fascículos audiovisuales y ahorrar a la chavalería la incomoda molestia de tener que leerlos. Entre otras cosas, porque en el viaje se evita uno lecturas parciales o interpretaciones interesadas del asunto, que con los historiadores nunca se sabe. Y porque la libertad creativa permite al director adaptar a los tiempos actuales la movida y recrear con unos toques costumbristas cómo fue la historia de turno. La de Robin Hood o la del Cid. Y si dicen que la historia se repite que nadie diga que no es por cosas como ésta. Aquí hay un protagonista rompedor (no me extraña nada que Russell Crowe se comporte fuera de las cámaras como lo hace), una belleza sumisa, un adversario flojeras y otro malísimo, lo de siempre, y un grupo de amigos que tiene su rol tan asumido como su sueldo, todos feos y sanotes, beben de vasos de tubo y celebran en los bares sus juergas igual que si estuvieran en una rave de Sheffield.

El mes pasado era Scorsese. Este le toca a Ridley Scott. No tienen la jubilación asegurada y les queda el consuelo de arruinarla a todos los demás.

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