Los americanos de los equipos de baloncesto, como los ministros o los presentadores de la tele, son cada día más escurridizos. Nada que ver con lo que pasaba hace años. Algunos se casaban y se quedaban a vivir por aquí, terminaban empadronándose y votaban en las municipales. Eran mejores, había menos y cobraban más. Hoy apenas les da tiempo a deshacer la maleta. Los mandan a jugar a Europa y los chavales se marchan como el que parte hacia la guerra o a un campamento de verano, temerosos de que lo que les viene encima se termine en dos semanas o su agente les sorprenda un mañana y les mande de misiones a cualquier liga en sudamerica o Filipinas. Habla la prensa estos días de los fichajes del Real Madrid durante lo que va de temporada. No lo han hecho mal. Una docena, más o menos. El síntoma más evidente de cómo funcionan las cosas siempre lo proporcionan los rumores infundados de jugadores que nunca terminar de fichar. O las incorporaciones imprevistas de las que te enteras por la prensa, el mismo día de la presentación (por todo lo grande, porque éste sí, éste era el fichaje que llevabamos años buscando) sin ese chisme que le precede o un interés concienzudo que por lo menos disimule la sopresa.
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