miércoles, 21 de abril de 2010

QUERIDOS CÓMICOS.
Qué putada ser cómico hace setenta años. Eran otros tiempos, decía el abuelo. No había el Club de la Comedia, Pepe Carroll no había nacido y nada de eso. Ya me hubiera gustado a mí ver a Pablo Motos, por ejemplo, ganarse entonces la vida. Con sarcasmo, claro. Había sitio para los que falsificaban pasaportes y traficaban con tabaco y moscancia. El caso es que con esta bella historia sobre la Guerra Civil, cuando los artistas y los niños no cotizaban a la seguridad social y malvivían su mala estrella por los miserables pueblos de España, comían lentejas un día sí y al otro las sobras y nadie apreciaba convencidamente su talento, Emilio Aragón cierra un capítulo de la historia reciente que estaba esperando, cuatrocientas o quinientas películas más tarde, ahí es nada hermano, por lo que el tío tuviera que decir. Y eso es mucho esperar. No sé todavía cómo me dejé convencer.

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