Comerse un chuletón en la sidrería San Prudencio de Vitoria. Está un poco escondida, en el alto de Armentia, pero todas las vueltas en coche que tienes que dar hasta dar con el restaurante merecen la pena. Mejor que el de Guzurtegi. Ya sabes, Roldán. Pídete unos cogollos con pimientos de cristal y una tortilla de bacalao para empezar. Y ya tienes mil proyectos menos por delante para retirarte de la circulación contento.
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