Escuché lo de Pepito-Lehendakari media docena de veces en una hora. Sólo los de Esker Batua y EA, que se la pegaron bien, tuvieron los arrestos suficientes de envainársela y a otra cosa. No sé si cantaban los mismos, la verdad, o si los que daban voces era personas distintas o asalariados de la profesión, del partido o de la vida. Escuche eso y más cosas. Los analistas no daban a basto con ese flujo incontenible de datos: empieza una nueva etapa, decían unos. Es hora del cambio, los otros. Realmente todas las frases que escuché y las celebraciones de victoria me parecieron tan intercambiables entre sí como cualesquiera de las que escuché la última vez, la penúltima y aquella otra anterior de las europeas. Que no sabe uno si suben o si bajan a toda ostia y no te da tiempo a pillarles la matrícula de rapido que van. Una hora escuchando la radio y comienzas a cuestionarte tu propia vida. El resultado electoral siempre es incierto a los ojos de quien lo quiere ver siempre con el color de sus gafas. Ahora empiezan los pactos electorales. Mejor dicho, acuerdos de gobierno, convenios de legislatura. Otra vez lo de Pepito-lehendakari. Que es como si en el futbol el Sporting pudiera haber rescatado ayer alguno de los goles que marcó en la primera vuelta en Riazor para vencer a Mallorca. O acumular los suyos a los seis del Madrid de la semana pasada. Todo lo justifica el bien común y la hombrada del entendimiento. Ya lo decía mi guela, cuando ganabamos (alguna vez) 3 o 4-0. Que guarden alguno pa el domingo que vien.
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