La revelación exacta de la verdad más grande, la auténtica consciencia sobre uno mismo, no te convierte en persona hasta que las preguntas que dieron origen al dilema desembocan en una dimensión más grande con forma de embudo, ancha por el principio y con un orificio más pequeño al fondo, por el que se filtra todo lo superfluo y a veces permanece la sustancia que te ayuda a responder, en el mejor de los casos, a dos o tres de aquéllas dudas. Al hombre le diferencia de las otras especies conocer de primera mano su final y valorar en su justa medida los actos que preceden a su muerte, su trabajo y su memoria, y el de sus contemporaneos. Por eso el preciso instante en el que recuerdas que Clint Eastwood no va estar haciendo películas eternamente y que cada estreno suyo pueda ser el último, además de ayudarte a valorar un poco más sus trabajos, te devuelve al principio de las cosas, al punto donde no hay salida.
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