Y justo al final, y para ganar los veinte millones de rupias dice el tío, la gente acojonada, se corta la tensión con un cuchillo jint-tsu, el presentador cachocabrón lanza al aire la pregunta y entonces ese viaje por el territorio aquél inexplorado e imaginario de los sueños del que te hablé, la conexión mística con la pantalla, el celuloide y el cosmos, mi momento zen, cuánta magia coño, veinte o treinta espectadores más listos que el resto y que no diferencian la interactuación del respeto, no lo sé, tal vez más, responden Aramis. Y entonces todo junto, la conexión, el momento poderoso y cualquiera de mis sentimientos bienintencionados que después de dos horas de colorante y cartón (qué listo eres Danny Boyle!) pudiera conservar, todos, se van a tomar por el culo.
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