lunes, 16 de febrero de 2009

AGRADECIDOS.
Y este era el tipo de homenaje en el que pensaba cuando en el mes de julio se escribían aquellos ríos de tinta con la proeza de Palop. Entonces todos los chavales que aun habían nacido en el 84, pensaba yo, acaban de saber de la cagada de Arconada. Y lo hicieron al mismo tiempo que descubrieron su existencia, continua mi lamento, unida hace veinticuatro años y gracias a este noble gesto, reforzada con media docena de nudos marineros, a la falta que le marcó Platini. O un directivo alopécico de la FIFA, asienten los chavales, que entonces las marcaba desde fuera del area, vaya.

Lo de Rudy es otra historia. Fernando Martín fue el más grande en su tiempo. Y si no triunfó en la NBA fue por culpa del empedrado de las calles de Portland y porque no tuvo paciencia en esperarse a que fueran otros los que se pusieran con el pico y la pala y se agrandara lo suficiente el agujero. Pero la historia del baloncesto español tiene una inmensa deuda contraida con él. Si Rudy acaba de pasarse a pagar, de todo el montante, los intereses o una menusalidad no importa demasiado al lado del significado de su gesto y de la alegría que hemos sentido todos los que hace casi veinte años torcimos el gesto aquella tarde de domingo al enterarnos de su muerte.

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