Y esto no tiene nada que ver con un pronóstico. He visto esta historia cientos de veces y he sido testigo de su final, ésta me la conozco, que no necesito futurologos cenizos que me anticipen el futuro ni una bola para saber lo qué va a pasar la semana que viene. Recuerdo esos partidos en los que una diferencia de seis puntos al final de segundo cuarto luego se multiplica por dos o por tres. Y los rumores que colocan en la calle al entrenador de turno también me los conozco. Unas veces aceleran el proceso de despido y otras no. A veces se cumplen. Nadie habla de los que se quedan por el camino.
Joan Plaza será pronto historia del Madrid de baloncesto. Como Lolo Sainz, Imbroda o George Karl. Asumo el riesgo de que luego el tiempo no discierna sus méritos y sus errores y haga un juicio ponderado de su trabajo en algo más de dos años o, mucho peor, alguien llegue a compararle con Scariolo y se lamente de los equipos que tuvo a su cargo y que desperdició. Y he conocido tanta miseria y pasado tanta hambre que quienes piden su despido me dan risa. Plaza no va a entrenar eternamente al Real Madrid. Pero mientras tanto, que le dejen trabajar en paz.
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