lunes, 1 de septiembre de 2008

LA VERDAD DUELE.
La incredulidad siempre ha sido el mejor brazo ejecutor de la razón. Cuando no había por donde cogerlo, el pan del día, el vecino del quinto, la defensa en linea del Barca o lo que fuera, mi madre siempre decía que no podía ser verdad. Nadabamos en la incertidumbre, claro. Yo me sigo protegiendo igual de la barbarie y me froto los ojos cuando veo a Michel Salgado subiendo la banda desbocado y pienso que tampoco esto puedo ser verdad, que no quedan jugadores tan malos en primera o que los concursantes del nuevo programa de telecinco son profesionales del asunto a los que recuerdo antes haber visto en otro concurso parecido y que como actores los hijoputas no tienen precio. La verdad siempre aparece camuflada bajo una forma más sutil que aparenta sofisticación en el lugar del cutrerío y la caspa. Del programa de Emma, querida, solo son auténticos los labios y las tetas de las fulanas y los biceps de los maromos. El resto, la interpretacion y las citas, macizos. De oro de ley.

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