LA GUERRA DE LOS MUNDOS (I).
Cuando me quiero enterar de lo que pasa por el mundo me voy al bar de la esquina y me pimplo dos cañas. Entre todos lo han conseguido. Mira que han luchado los hijoputas por conducirnos a una gruta en tinieblas donde ni la cara de Gabilondo alumbrara una mierda. La cuestión era pelearse por el poder y el precio de la batalla importaba un pijo al lado de la recompensa. Cayera lo que cayera. Que si tenía que sacrificarse el rigor y la información veraz, pues adelante. Nada mejor que hablar de veracidad para darse cuenta de que a uno se la están tratando de meter doblada y que debajo del rigor hay un escándalo, una verdad a medias o una mentirijilla disfrazada de real decreto que tiene de veraz lo que mi polla o la del vecino del bar con quien comparto la bebida. Todo junto, una mierda. Ya no hay certeza de que lo que uno lee sea ni tan siquiera la sintesis de los otras veinte fuentes que acaba de comparar. Se han cargado la información, los analisis. Han trasladado la guerra de los medios de comunicación a un escenario donde la noticia son ellos mismos y han convertido el análisis a sueldo en exclusiva y relegado la noticia a la sección de esquelas y anuncios por palabras. Se compite por ver quien miente más y se miente con tal de volcar la mierda en la casa ajena. Se le da la portada a quien pasa casualmente por allí y se hace una noticia bomba del entrenamiento de turno, la salida nocturna de Sergio Ramos o la cagalera del yugoslavo a quien los platanos que vendieron en el carrefour no sentaron bien.
Por si no queda claro, sois todos una basura.
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