He visto cosas que hace veinte años ninguno de vosotros os hubierais creido. El éxito y las derrotas, la humillación y la verguenza. Me ha tocado sufrirlo todo en cómodas dosis que sumisitradas puntualmente me han permitido digerir el empacho con dignidad y mirar hacia adelante, como si tal cosa. Cada fichaje fallido, cada cambio en el consejo, cada semana sin puntuar, otro año más en segunda, han conducido sabiamente mi organismo por el terreno de la resignación y el consuelo de no anhelar durante casi diez años nada que no fuera la misión más asequible, el triunfo en el campo de el Poli Ejido o la renovación del último mierda como si fuera aquella hazaña de la que ya ninguno de vosotros se acuerda. La presencia de Pepín Fernandez no es más premonitoria de lo que lo era hace meses. La posibilidad de olvidar el camino que nos ha conducido a donde estamos se contradice con sus mensajes de esperanza, recordándonos machaconamente quién manda y a quién corresponde la autoridad de volver a mandarlo todo a tomar por culo cuando le entre la gana de hacerlo, se deje aconsejar mal por cualquiera o se piense que entiende lo que hace y vuelva a joderla.
No creo que haya nada que celebrar. Aun quedan varios partidos, claro. Pero si el regreso a Primera es volver a donde nos despedimos hace diez años, pues vaya mierda, ya se podían haber ahorrado el viaje.
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