miércoles, 14 de mayo de 2008


INSISTO, PEPÍN: DEJALO (II).
Y todo porque durante esos años las oficinas del Sporting parecieran una sucursal del Horoscopo. Por allí desfiló hasta el apuntador. Apuntador ruso, claro. O bulgaro o polaco. Se fichó mal. Y cada incorporación tuvo siempre la magia de su lado para convertir en una estrella el pufo anterior. Kosolapov hizo olvidar a Kucharski. Y el tetra-pack que se trajo de la mano De Caldas ahuyentó las criticas a aquél, del que nadie más habló. Uno de ellos, Lekovic, pasará a la historia, además, por haber jubilado a Ablanedo. De los otros, nunca más se supo. La habilidad de tapar un roto con media docena de incorporaciones foraneas fue un recurso explotado hasta la extenuación económica que llevó a la bancarota al equipo. Se fichaba como se escuchaba llover, al ritmo en el que la calderilla hacia ruido en los bolsillos de representantes y directivos. En tres o cuatro años se desamortizó la cantera y se comenzó a solmenar el arbol esperando recoger lo que nunca llegó. Deportivamente, la situación no pudo ser peor. Tardarán en superarla, eso seguro, que en cien años de Liga aun nadie haya conseguido igualar aquellos registros, en igualar tanta humillación, que una victoria ante el Racing fuera una prueba de amor propio demostraba lo bajo que se cotizaba este último en Gijón. Y todo esto que no hubiera sido raro asumir en un contexto desgraciado que culpara al viento del fin de ciclo y de las derrotas, nada es eterno, chico, olía escandalosamente a podrido.

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