Son las cosas que tiene el estrellato y los caminos inexcrutables desde los que a veces uno puede acceder, que no están a la vista ni conviven con la razón o la más elemental de las normas del sentido común, razón por la cual afortunadamente la popularidad no tiene nada que ver con el prestigio o el reconocimiento social ni nada por el estilo y Guti o el último ruso lateral suplente de la Real Sociedad pueden esperar sentados a que alguien normal reconozca sus méritos antes que el apodo que les permitió jugar en primera o triunfar.
El rugby andaba huerfano de lo primero. He visto jugadores muy buenos en los últimos años pero ninguno apuntaba más alla de la veintidos del rival ni tenía el pelo tan largo como Sebastien Chabal. Unas veces el acierto consiste en afeitarse la cabeza. Otras, todo lo contrario. Por eso es tan caprichoso el destino. El mismo Chabal se hartó repartir mamporros en la segunda linea con el pelo corto ignorando que de haber dejado melena primero hubiera multiplicado sus contratos sin salir del banquillo, que es desde donde ahora mismo contempla asombrado pasar fugazmente la gloria con la que nunca soñó, dicen que es un tío muy tranquilo, esperando pacientemente a que la misma moda de la que ahora vive apunte en otra dirección y los periódicos se cansen de él. Es el anestesista.
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