viernes, 26 de octubre de 2007


EN EL VIENTO.

Trato de colocarme en el pellejo de Rendueles o de Graciano García, que son los que puedan sentir como propio el desprecio y tal vez caigan ahora en la tentación de ponerse en el mismo lugar desde el que yo despaché excusas hace un mes, y no soy capaz de encontrar explicaciones que me dejen más tranquilo. Eso había dicho que eran las excusas, una ventana en el coste de oportunidad que lo justificaba todo. Y cada nueva pregunta me lleva ahora a cuestionarme dos respuestas con las que ya pensaba haber resuelto definitivamente todo. No estoy seguro de qué provoca la excusa. Uno se enfrenta siempre al desenlace y se pierde los motivos que desembocan en algo tan inasible y tan difuso, un territorio de treinta y tres metros cuadrados donde pueden convivir en alquiler Ronaldo, mis mejores amigos o Bob Dylan.

Reivindico el papel de la excusa como mal universal y aprovecho para quitarle un poco de gloria al mismo Dylan que tiene motivos para denegar la invitación de los que encuentran en el reconocimiento social los nobles motivos para bajarse hasta los tobillos los pantalones. Qué asco de mundo. Busca la respuesta mirando al cielo.

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