Aquí siempre se ha robado. Unos más y otros menos, nadie ha dejado de meter la mano por educación o moral o por una simple cuestión elemental de buenas maneras que tuvieran que ver con aparentar lo que no se era en absoluto y a nadie importaba un carajo. Faltaría más. La diferencia es una cuestión de magnitud. Se perdió la medida cuando se tomó la decisión de robar a espuertas, con descaro, conscientes de que la sociedad había llegado a ese punto perfecto para el chorizo en el que podía perfectamente asumir como natural que el político, además de inútil hijo de puta, también fuera eso mismo, un chorizo. Por eso no deberían de sorprender series como ésta. Crematorio se llama. Donde se retrata el fenómeno urbanístico y se pasa revista al país. De la Edad Media se hacen películas de cruzados (salvo Vicente Aranda, claro, que encuentra siempre el pretexto sadomaso necesario para ver en los Reyes Católicos los protagonistas de algún gang bang). De qué se van a hacer películas ahora? Por delante de la maquina pasan todos. Desde el concejal al sepulturero del pueblo. Todos consentían con el mangoneo. Unos porque sacaban tajada. Y otros esperando pacientemente el momento para beneficiarse de él. Un putiferio. Pepe Sancho está comedido, en permanente mala ostia. Salen rusos malísimos y también crees ver entre los protagonistas a los vecinos del segundo, gente muy normal, a los que nunca imaginaste incapacitando al tío del pueblo por un piso en la costa o llegar a casa cargados de bolsas de basura.
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