La fatalidad ha querido que los reportajes en Asia-Pacífico (de donde es correponsal hace unos meses) le sorprendan a Almudena Ariza como caidos del cielo. Es un decir. Vienen al continente de todas partes, por agua y tierra, y no dejan que la tía se tome un respiro. La ves a pie de cuneta, testigo del tsunami, haciendo cálculos, como si fuera el sorteo del niño, para ver donde va a caer el próximo. No ha escogido mala zona. Lo dicen los expertos del tema, que ahora salen como las culebras en los días de agosto, cuando hay nube, hablando de energía y sostenibilidad. Si cobra por noticia se hace de oro. De otro manera, lo de ser reportero es lo que tiene. A Rosa María Calaf me la imaginaba tomándose un wishky con algún japonés de un hotel de alguna cadena importante, al lado de Bill Murray, escuchando el sonido de un piano. Ahora enciendes la tele y la ves a ella, hablando de reactores, pronunciando con dificultad los nombres de los pueblos desolados que han quedado para nada. Habla el coordinador de IU. Explica él también lo que sabe de reactores. Me acuerdo de la canción de Richi y la encajo en la noticia como la piel de una de esas culebras, como si se tratara una banda sonora.
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