domingo, 13 de marzo de 2011

LOS CHICOS ESTÁN BIEN: LA FAMILIA QUE MOLA.
Cada año nos vienen con el mismo cuento. Pasa el tiempo y pareciera que las historias se repiten y que no queda lugar para meter algo de originalidad o frescura en lo que llega a los cines. Se multiplican por dos las películas nominadas a los Oscar y se divide por la misma cifra la cuota real de calidad o ingenio. Se aprovechan de ello. De que la progresía demanda periódicamente (cada mes de febrero) una historia de ésta light que no haga daño a nadie y de que no hay películas suficientes, no nos engañemos, que los grandes estudios tengan para cubrir la lista de candidatos. Porque no se trata de que las madres sean lebianas o de que los chinos vivan hacinados en un almacen, calentados a duras penas por estufas de saldo. Las variantes son mínimas, cada vez más imperceptibles dentro de la solidez de ese discurso que se han currado en los últimos años, moldeado con desgana entre la mediocridad y el hastío. De Los Chicos están bien se salva el papel de Mark Ruffalo y un par de gracietas. No funciona como comedia porque el tono es muy alto. Y cuesta pensar en la historia de esta familia desestructural, que será como Lisa Cholodenko convenció a los productores para meterse en este jardín, como un drama creible.

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