He conocido más de Morente en estos dos días que en quince años. A la persona que ahora se esfuerzan por recordar los medios. Ese mismo que veíamos posando con traje en las fotos, con americana oscura, muy serio, al que adelantabamos hace tiempo la condición de mito de la que para conseguirla sólo le separaba una muerte temprana como ésta. La muerte, a secas. Será porque nunca se preocupó por aparecer demasiado en la tele o porque, directamente, su vida o su carrera, de la que todos hablan ahora con tanta propiedad, nunca interesó. Me mola la imagen esa suya con la que aparecía en uno de esos programas de canal plus en una taberna de Granada, comiendo con Juan Diego, tocando con los dedos la felicidad, mientras cantaba en la sobremesa con un vaso de wishky en la mano. El flamenco está de luto, claro. Pero también los indies a los que pilló de sorpresa en aquel disco que firmó con Lagartija Nick en 1996 o acompañando a Los Planetas en la Leyenda del Espacio estamos hoy un poquito más tristes. Me quedé con las ganas de verle en directo. Su actuación en el Teatro Arriaga, que tenía programada para el día 13 de diciembre, fue finalmente cancelada.
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