domingo, 19 de diciembre de 2010

MILAGRO TUCKER.
Ahora puedo asegurar que no es para tanto. El placer de la victoria, quiero decir. Que si la proporción que guardan la decepción por la derrota con el sabor del triunfo es ésta, por mí que se la lleven toda y que me borren de mi historial los siete partidos anteriores en los que antes había visto palmar al Real Madrid en el Buesa Arena. Toditos. Uno a uno. Que no merece la pena, hombre. Me pasó con lo del Mundial y me va a estar ocurriendo eternamente, como una maldición que espera reencontrarse con puntualidad con uno mismo y te espera paciente, como un calendario cualquiera de vacunaciones. Es verdad que la victoria de ayer no tuvo mucho brillo. Fue inesperada, debería de ser suficiente. Pero no hay una imagen o una jugada imposible (que no sea el triplaco de Tucker o la perdida final de Marcelinho) que me haya conseguido olvidar lo anterior. Que me lo devuelvan todo.

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