Al futbolista con pretensiones le viste el diablo. Que ya nadie quiere ir de chandal los domingos. Ahora a lo que todos aspiran es a ir a misa disfrazados de Jaime Cantizano, con el Financial Times bajo el brazo y la bisera puesta, combinar unas redecillas de culturista con unas sandalias de marca o echarse a la espalda el modelito hortera que luzca el primer payaso de la tele. Y mira que si no fuera porque son una mala influencia para los niños y ofende su mal gusto, las pretensiones de los jugadores de futbol serían cómicas. Helguera fue el primero que hizo la absurda ostentación de exhibir publicamente su colección de cinturones de Dolce &Gavanna. Fue una víctima incomprendida que abrió el camino a los que vinieron después. Esos que solo se quitan las gafas de Gucci para rematar los corners y las camisetas de Custo para dormir.
La moda de temporada, no hay duda, la marca el futbolista. Hay que andarse con ojo para evitar que te confundan con el pichichi de la liga o el rumano de turno del Villareal. Este invierno están prohibidas las extensiones, los zapatos bordados de colores y el cardigan. Si Helenio Herrera levantara la cabeza, se pintaba las uñas de los pies y se pegaba un tiro.
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