lunes, 20 de octubre de 2008


HÁBLAME DE LAS LEYENDAS.
El doble sentido. Las leyendas me remontan a aquella pachangas que precedían el All-Star. Los entrenadores en activo se vestían de pantalones cortos y el partido terminaba siempre de manera prematura cuando Oscar Robertson o Walt Frazier se rompían el ligamento cruzado interior de una rodilla. Hay pocas cosas peores que una leyenda. El razonamiento es simple. No sé me ocurre nada más cruel. Cuando quieres prolongar tu carrera jode que te recuerden que el aire nunca más volverá a soplar de cara y que te despidas del éxito que ahora toca compartir. Y eso, cuando uno vive para prolongar sus metas y padece, siente o se rumia sus propias frustaciones. Que cuando los herederos se disputan sus derechos debe de ser mucho peor.

Que hablen de ti como una leyenda y no se te ponga cara de payaso debe de ser un milagro. No hay doble sentido para explicar como se sienten Los Planetas y el sentimiento común que compartimos los que no descruzamos los dedos por miedo a que J. se rompa el menisco en una juerga y no pueda nunca más volver a jugar.

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