SAQUE DE HONOR.
Despedimos a Javi en Proaza. Comiendo un pote de castañes. A eso de los postres la grada empezó a corear el you´ll never walk alone y apenas mostró media sonrisa. Luego empezaron el intercambio de camisetas, las placas conmemorativas y hasta hubo un pequeño hueco para los recuerdos. Se pira sin jugar ni un minuto, no llegó a calentar en la banda ni a cumplir su promesa de acercarse a Pañeda, con la caja de cerveza y el pantalón de chandal. Y sin embargo, se va con el reconocimiento de una estrella. Ya le hubiera gustado a John Barnes o a Grobelar. Ni un silbido amenazante en tres años, ni una sola voz. Que si hubieran probado ellos el pote de Proaza la historia del Livepool se hubiera escrito de manera muy distinta.
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