lunes, 7 de abril de 2008


POSIBLEMENTE, EL PEOR ENTRENADOR DEL MUNDO.
Lo de Lillo ya no tiene arreglo. Su estampa está más cerca de las enfermedades profesionales que de los mismos entrenadores a los que representa. Quiere joder bien la temporada? Pues coloque uno de estos en su equipo. Es una broma, un castigo. Mucho peor que una epidemia. No necesito bucear demasiado en su trayectoria para quedarme perplejo cada vez que algún insensato le contrata y vuelve a las andadas. En lo único en lo que no nos ponemos de acuerdo es en el tiempo. Todos profetizamos las consecuencias, adivinamos las justificaciones miserables detrás de sus próximas palabras y coincidimos en los titulares que anunciarán su despedida y su efecto devastador, otro año más en segunda, nosecuantos partidos sin marcar, pero nos perdemos buscando el rastro que le trajo de vuelta a las portadas y encontró un hueco por el que preparar habilmente su regreso a los banquillos. Al gilipollas que se le ocurrió la brillante idea ni siquiera le queda el consuelo de haber podido evitar con su decisión algo peor. Porque por más vueltas que les doy a Maturana o a Benito Floro, el peor es él. Y no hay sitio para recordar a todos los presidentes que contribuyeron durante todos estos años a engrandecer el mito. Todos son responsables y sobre ellos decansará el peso de esta tragedia.

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