domingo, 13 de abril de 2008

CAMARON ERA NACIONALISTA.

Las maneras de despedirse y hacer las maletas son infinitas. Siempre hay un golpe, un viaje, un tango en París, una noche o un combate antes de que uno pegue el portazo y se pire para siempre. Por eso es el último. Porque las posibilidades de que se repita son mínimas. Y no hay tiempo para que Robert Rylands decida dar la vuelta al mundo ni para que Marlon Brando vuelva nuevamente a bailar. Pero las maneras de enfrentarnos a nuestro destino son tantas como las sorpresas que este nos puede preparar, unas kokotxas o una lubina en compañía de los colegas de siempre, un revolcón con una italiana o un tiro por la espalda en plena fiesta, digiriendo la comida y pensando en el postre.

El papel de la italiana estaba pensado para que lo destrozara Lidia Bosch. Y el de Coronado estaba esperando por alguien que tuviera como esposa algún alma atormentada que a lo mejor alardeara de haber estado casada con Miki Molina y Emilio Aragón. Es otro acierto de esta película, hacerle un hueco a la crítica, nunca se había pensado en la gente amenzada para explicar el problema, y cerrar el paso a Lidia Bosch.

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