martes, 8 de abril de 2008

EL IMBECIL.
Detrás de cada edición hay un proyecto de imbecil que amenaza con lo que puede hacer cuando irrumpe en escena y demuestra lo tonto que era cuando el tiempo le deja motivos para demostrarlo. Una ilusión de convertirse en alguien famoso, de realizarse plenamente como persona y triunfar, si entendemos esto último hasta donde las circunstancias lo permiten, compartir una entrevista con Cantizano y una isla desierta con Joselito o algún modelo marica que viniendo del punto del planeta más distinto terminó justamente junto a él.

Resulta que los imbéciles se han multiplicado por dos y si pestañeas no te da tiempo a verlos todos. Antes el espectáculo emergía junto a un micro. Ahora la ilusión por hacer el idiota ha traspasado los roles más elementales y parece que el nuevo concurso consiste en apañárselas por diferenciar los personaje y desenmascarar a los que no están allí por la pasta y cumplen bien su labor. Imbéciles cantando. Y otros aun más tontos en el jurado. Que buscan su oportunidad veinte años más tarde que aquéllos y son incapaces de esquivar los mismos pecados que azotan a los que se creen mejores que nadie y no tienen media ostia ni consciencia de lo que definitivamente son. Que en dos años nadie se acordará de ellos. Y que recen porque en veinte Carolina Ferre tenga un hueco para ellos en su plató.

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