Ninguna guía de viaje te explica, por su propia naturaleza parecen pensadas precisamente para todo lo contrario, lo que necesitas. Todas hablan de los antecedentes históricos del punto, comenzando por el siglo III antes de cristo, y los amaneceres que no puedes perderte desde el pie del puente que está a tomar pol culo y al que puedes llegar en góndola, siempre ponen las fotos con la misma rubia destetada, a veces en ultraligero o en cualquier aparato que nadie sabe casualmente cómo contratar y sale baratito, por dos mil la hora.
Acabo de llegar de Moscú. Pues eso. Que no hay guía o foro de viajes en el que antes haya leido todo esto:
1.- La llegada. Aquí se podría subdividir el epígrafe en media docena de temas capados por un denominador común: la incomodidad. Su ministerio, nos decía al marchar un cubano que nos llevaba al aeropuerto. O sea: el tráfico, los atascos, los rusos al volante, los rusos en general, los madrugones y el aeropuerto de Domodedovo. Recomiendo meter en la maleta la colección de crucigramas de Ocón de Oro y mucha paciencia para tragarse el envite. Y si encima viajas con Iberia, a la nueva lista de adversidades, deberías de unir la ya conocida de nuestra compañía de confianza, los azafatos de mala ostia y los asientos de posguerra. De los menús de Arola, ni rastro.
2.- Los rusos. Son los del chiste de Eugenio, pero con más pasta. No me extraña que vean en los españoles (y pienso en algunos) a seres calidos y entrañables. Ellos son desafiantes. Ellas, aspiran a desfilar en las pasarelas y hacen carrera sobre la primera acera que se tropiezan, todas tiesas, con tirantes y tacones de diez centímetros. Fingen no haber visto un turista en decadas o haberse levantado de un sueño en el que ayer mismo Breznev era todavía presidente del gobierno.
3.- La comida. Hay un Friday´s en la calle Mendelevskaya donde Rocky hubiera podido comer a gusto e hincharse entonces a cheeseburger antes del gran combate. No te engañes pensando que los ochocientos starbuck pretenden dar cobertura a occidente haciendo que nos sintamos todos como en casa. Les gusta más el ketchup y las alitas de pollo que la leche caliente o la sopa ésa que no hay dios que pruebe.
El resto, lo de los zares, las torres del Kremlin y la checa donde aun se puede ver las oficinas de lo que fue el KGB, para las películas de James Bond o las guías de viaje, que te lo explican detalladito. En la foto, Gagarin, un crack.
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