No hay ninguna esperanza de que nuestro recuerde aspire a mantenerse en las conversaciones más de una tarde, si dos semanas después ya nadie se acuerda de Frank Booth ni tampoco de Dennis Hopper. Tampoco nadie dijo que hacerlo fuera imprescindible. Mucho mejor. Ahora mismo voy a tomarme algo con el primero. A intercambiarme postales con Tom Ripley. Tanto viaje en moto y tanto poner cara de malo para terminar, finalmente, como todos.
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