sábado, 17 de octubre de 2009

JUGÓN.
Hay una finísima relación entre los recuerdos y el tiempo. Hoy siento que he perdido la mayoría de aquéllos momentos ahora que me entero de que Andrés Montes ha muerto y de que su figura pertenece desde hace unas horas al mismo pasado en el que amontonaba hasta ahora sus recuerdos. Cientos de retransmisiones y un puñado de anécdotas que siempre tendré en mente cuando vea un partido o pise un restaurante. Queda su actitud frente a la cámara y su manera de ver la vida. La que deja con poco más de 50 años. No era tan mayor, pienso. Recuerdo sus apuntes desde el Polideportivo Magariños a mitad de los 80, sus viajes con el Madrid en Copa de Europa. Y sus retransmisiones de NBA, claro, con Daimiel, que le trajeron la popularidad y la gloria y le ocultaron el porvenir que le aguardaba esperando, tres años más tarde, con todas las facturas que su personalidad injustamente le iba a hacer pagar. Era un fantástico narrador y un pésimo comentarista. O al revés. No sé lo que vio en él La Sexta cuando lo fichó. Odiado y admirado a partes iguales, he leido esta mañana. He perdido momentos que hasta ahora mismo pensaba que ni siquiera me pertenecían. Y me siento además muy triste y tremendamente viejo.

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