martes, 8 de septiembre de 2009

LA CANCIÓN DEL VERANO.
Parece ser que el mundo se ha ido llenando poco a poco de bolsas. Que sin darnos cuenta hemos ido acumulando tal cantidad de mierda que ya no hay forma humana de librarse de ella. Y que las bolsas esas, las que dan en los hiper, son malísimas, que una vez que te las llevas para casa no se deshace de ellas ni dios, que son indestructibles, pero de verdad, y que con los millones que van desfilando por las cajas se podrían haber llenado ya varios planetas y amenazan la supervivencia misma de la especie. Y esto que yo mismo había oido ya hace años, el mismo discurso pero con algún arreglo de cuerda detrás, es lo que viene sonando en las últimas semanas. Y como lo del calentamiento de los polos debe de ser irreversible pues parece que aun anidan esperanzas para lo otro, crear mala conciencia entre los que se presumen responsables de todo y llenar los bolsillos de los fabricantes que ya tengan la maquinaria a punto.

Hacía decadas que se sabía lo de estas bolsas, pero no hubo tiempo. No estaba entre mis planes ponerme a fabricarlas. No había canción del verano y han encontrado a última hora una cojonuda. Pesada y pegadiza. Como las de Georgie Damm.

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