Flipé con Whatever. También lo hice la primera vez que escuché Slide Away y Champagne Supernova. Y todavia hoy soy incapaz de escuchar Don´t look back in anger sin pensar en lo capullo que es Noel Gallagher o en lo bien que compone el muy cabrón. Luego también lo hice, por razones muy distintas, cuando sus circunstancias parieron trabajosamente todos los demás discos, los posteriores al segundo, que es donde yo creo que comenzó la cuesta, y me enteré que a Liam algún hollygan le había partido la luna del coche con una piedra en un semáforo, conocí de sus separaciones, sus reencuentros y me harté de esperar que sus biorritmos se sincronizaran para regresar al primer punto de partida, donde por supuesto nunca volvieron ni tuvieron intención. Pero tuvieron su cosa, sí. Fueron grandes. Todo lo que los medios quisieron. Llenaron portadas del NME y del Melody Maker y anticiparon pretenciosamente la moda de temporada en cada video-clip (se dice así) con aquellas gafas de sol o los chandal retro de adidas, que causaron furor entre los que aspiraban a ser tan garrulos como ellos.
Qué más da si Noel lo deja. O si a lo mejor se separan. Hace más de diez años que nadie echa cuentas de volver a la veintena para volver a sus conciertos. Yo perdí mi reloj en uno de ellos.
Qué más da si Noel lo deja. O si a lo mejor se separan. Hace más de diez años que nadie echa cuentas de volver a la veintena para volver a sus conciertos. Yo perdí mi reloj en uno de ellos.
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