El protagonismo de los últimos vencedores se ha cotizado bajo en el Tour, que ha repartido caprichosamente la gloria de la manera más estúpida que la misma organización o sus circunstancias le han permitido. Nadie se acuerda ya de Pereiro, no digamos de todos los lideres que circularon espectralmente por aquélla edición, que salpicó de mierda a medio pelotón y castigo con la ignominia al otro medio. Mal año para ganar. Ese y los que vinieron después. Creo que era Rasmusen el que lideraba la prueba y permitió que Contador llegara lider a Paris. Aquel Tour no fue de Alberto, sino de aquél. De Rasmusen. Igual que el anterior. De Vinokourov. O de Landis. Lo dicen mis recuerdos. Por lo que sea, porque Pereiro se arrastra desde entonces lastimosamente en cada cuesta o Valverde tuvo que conformarse este año con verlo por la tele, nadie es aun tan tonto como para tragar con todo y no hacerse preguntas que pongan luz en las sombras más evidentes. Y es que no hay tanta para poder iluminarlo todo.
Este tenía que ser el Tour de Armstrong. Un tío que ya ganado siete veces la carrera y aun se enfada cuando ve desde la salita de casa a otros compañeros repartirse la gloria. Tiene que ser el mío, pensaba él antes de empezar. La frontera esa tan difusa entre el ganador incombustible al que no le gusta perder ni a las chapas y el fantasma juega a favor del americano, a quien de lo contrario habría que moler a palos por esto último y por desconocer la mínima diferencia entre el incorformismo y el ridículo. Este tenía que haber sido el Tour de Contador. La historia ya le debe dos. Tal vez el del año que viene sí sea el suyo.
Este tenía que ser el Tour de Armstrong. Un tío que ya ganado siete veces la carrera y aun se enfada cuando ve desde la salita de casa a otros compañeros repartirse la gloria. Tiene que ser el mío, pensaba él antes de empezar. La frontera esa tan difusa entre el ganador incombustible al que no le gusta perder ni a las chapas y el fantasma juega a favor del americano, a quien de lo contrario habría que moler a palos por esto último y por desconocer la mínima diferencia entre el incorformismo y el ridículo. Este tenía que haber sido el Tour de Contador. La historia ya le debe dos. Tal vez el del año que viene sí sea el suyo.
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