En momentos como éste siempre resulta complicado separar la mierda de la paja y dar importancia a lo que de verdad la tiene y olvidarse de la melenilla de Sergio Ramos, la inquietante presencia en el palco de nuestro presidente y de todo lo demás. De acuerdo, somos los mejores, nadie recuerda haber visto jugar así a ningún equipo desde la Holanda de Cruyff y todos, absolutamente todos, pienso en mis amigos, Vicente, Oscar, aficionados, casa real, periodistas y periodistas de Cuatro, repito, todos, esperabamos algo así. No es buena época para encontrar explicaciones ni para perder el tiempo en diagnosticarse los fracasos que antecedieron al pelotazo de ayer. Que no me hablen de Luis, del buen ambiente de grupo ni de una causa natural entre las que se me ocurren para justificar lo inexplicable. Que resulta que el futbol es así. Y que nadie pudo predecir la cantada de Arconada ni el arbitraje aquél del arbitro morito, Ghandour, se llamaba. Como el cupón de la Once, la victoria en eurovisión o la flauta del burro. Ya está bien de recordar a Arconada por aquel partido. A tomar por el culo, Palop. Podíamos haber ganado media docena de mundiales y tres o cuatro eurocopas. Nadie tiene los cojones suficientes para verlo así. Y a veces toca.
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