martes, 1 de julio de 2008


LOS HOMENAJES, A LOS MUERTOS.

No digo que la idea de Palop no sea buena. En seguida salen los listos para apresurarse a comparar este gesto, cualquier sesión de sado sería vista en este país con buenos ojos por todos estos que no entienden de otra cosa que sea lanzar pelotas de mierda con una pistola de juguete o hurgar miserablemente en las heridas y en los fallos, con un episodio emotivo más propio de los yankis que de nosotros mismos. Y precisamente. Porque lo dicen tan anchos, orgullosos de lo de las pelotitas y los puñales, pero resulta que los que bromean poniendole cara a Arconada en una historia real llevada al cine que podría protagonizar, yo qué sé, Tom Hanks o Nicholas Cage, se hacen un favor de la ostia reconociendo la paternidad al invento. El problema no es el homenaje o la ocasion. No estoy de acuerdo con la oportunidad del momento ni con el recuerdo. Ya sé que nunca estaré conforme con nada ni con nadie, pero tengo los años suficiente como para pensar en Arconada y recordar un gran portero, uno de los mejores de la historia, un tío tranquilo, rapido en las salidas y debajo de los palos, que ganó dos ligas y perdió el prestigio que luego tuvieron Zubi o Casillas por no haber jugado nunca en ninguno de los grandes.


Si lo que pretendia Palop era que se volviera a hablar del vasco, conseguido. De su clamorosa cantada en aquella final, también. No hacía falta que nadie se pusiera su camiseta si había que recordar lo bueno que era. Se me ocurren otros cien motivos distintos para hacerlo. El caso es que ahora, gracias a Arconada, mira que suerte, media españa se acaba de enterar de que Palop también estaba en esta selección.

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