Me acuerdo de la familia de Portela todos los años, más o menos por estas misma fechas. Eduardo Portela, el gerente de la ACB, que intenta con éxito, desde hace veinte años, hundir nuestra competición de baloncesto en ese rincón oscuro en el que con un poco de suerte no la encuentren ni las ratas. Un triunfador, por decirlo de alguna manera. Que se propuso joderlo bien y avanza como una vela. Cada día más olvidada, con menos peso en las noticias y en la calle, Portela se afana en demostrar que la mejor época de nuestro baloncesto no es obstáculo para impedir que se produzcan resultados. Todos los años la misma historia. Pretenden convertir la fase final de la Copa del Rey en una efeméride fantasma y casi siempre se quedan a un paso de lograrlo. Cada vez cuesta más trabajo hacerse con entradas. Este año me ha faltado una semana para quedarme sin ellas. Gracias a Irina. Fomentan el absentismo en las canchas, la reventa y la especulación y el dolor de cabeza. Quince mil localidades para esto. Cuánto tiempo más, querido Eduardo, necesitas para conseguirlo?
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