No ha durado un telediario. Tenía todas las papeletas para convertirse en un programa maldito y los padres soplapollas que participaron en el invento con la misma ilusión que aquéllos que se subieron una vez en la challenger deben de estar tirándose de los pelos. Ahora todas las asociaciones de menores y defensores de mil derechos me acaban de quitar la palabra de la boca y concluyen como yo, que una cosa era eso de los gallifantes y otra muy distinta todo este circo, que los padres son más gilipollas que los hijos y que si se quieren hacer famosos que se metan en GH o se vayan un par de años al espacio y nos dejen tranquilos.
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