lunes, 14 de diciembre de 2009

CABO DE AÑO.
La memoria me trae recuerdos confusos y análisis parciales donde seguramente Fernando Martín aparece, por error, convertido en el mejor jugador de baloncesto de la historia. Él y aquel equipo que le acompañaba eran muy buenos. Casi tanto como él. Los mejores. Corrían el contraataque mejor que nadie y recuerdo que jugaban unos ataques perfectos que anticiparon bastantes años el que se iba a disputar después. No ha habido un base que dirigiera nunca el juego como lo hacía Corbalán ni americanos tan comprometidos con el equipo como entonces lo estaban Wayne Robinson y Brian Jackson, estoy seguro, quien se fue del equipo acusado de esconderse en la final de Atenas, después de completar un par de años inmaculados.

Posiblemente haya que pasar por allí en el momento adecuado. Que fue lo que hizo Fernando. Y todos los que lo recordamos estos días compartimos con él aquella época y tuvimos la fortuna de coincidir contextualmente en los mismos puntos. El baloncesto emergía con fuerza en España. Veinte años más tarde aun se sigue recordando su muerte como el aniversario de una generación a quien se le quedó por el camino uno de sus mitos. Y porque era un deportista único y excepcional.

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